Greatness Redefined | Grandeza Redefinida
Rob Collins

As many of you know, my father passed away a couple of weeks ago. During my eulogy, I spoke of my father as a great man. My father had many flaws, as we all do. I could not ignore those flaws as I reflected over his life. It strikes me how easily the word “great” is thrown around, especially during this highly charged political season.

It’s easy to overlook the flaws of a man after they pass away, but I think that is a mistake. As Christians, we know we are all a work in progress. Philippians 1:6 reminds us that God is responsible to do the work to complete us. In truth, the work was finished on the cross. Colossians 2:10 assures us that we are complete in Him and that it is not a work performed by human hands. Yet here on earth we strive and struggle and stumble our way through life. It’s okay. Where would we be without our mistakes? I never would have become successful in my business without God’s help. He gave me the gift of my mistakes so that I could grow. The same is true in life. Someday I will go home to see my Dad. I’ll stand before God perfect and blameless, not because of my righteousness but because of His grace. Still the question remains, “What will they say about me here on earth when I am gone?” I shudder to think, but I hope they say that I served my family, I lived to tell of His amazing grace and love, and I pray with all of my heart that my children see Jesus in my life and surrender their hearts to God, at least in part because of my example. But please do not gloss over my failings as a human when I die. For in our weakness, sin, and even our mistakes, the reality of our need for a Savior is fully understood.

Don’t let anybody tell you that you are defined by your mistakes, for without them we could never be great. Jesus told His disciples that if anyone wishes to be great, they must be willing to get low. I pray that we would all learn to humble ourselves before the Lord. I pray that we would all fall on our knees and ask God for a servant’s heart.


Como muchos de ustedes saben, mi padre falleció hace un par de semanas. En el funeral hablé de mi padre como un Gran hombre. Mi padre tenía muchos defectos como todos nosotros. No pude ignorar esos defectos mientras reflexionaba sobre su vida. Me sorprende la facilidad con la que se usa la palabra Grande, especialmente durante esta temporada política tan cargada.
Es fácil pasar por alto los defectos de un hombre después de su fallecimiento, pero creo que es un error. Como cristianos, sabemos que todos somos un trabajo en progreso. Filipenses 1:6 nos recuerda que Dios es responsable de hacer el trabajo para completarnos. En realidad, la obra se terminó en la cruz. Colosenses 2:10 nos asegura que estamos completos en él y que no es una obra realizada por manos humanas. Sin embargo, aquí en la tierra luchamos y luchamos y tropezamos en nuestro caminar por la vida. Está bien. ¿Dónde estaríamos sin nuestros errores? Nunca habría tenido éxito en mi negocio sin la ayuda de Dios. Me dio el regalo de mis errores para que pudiera crecer. Lo mismo es cierto en la vida. Algún día iré a casa a ver a mi papá. Estaré delante de Dios perfecto e irreprensible, no por mi justicia sino por su gracia. Aún queda la pregunta. ¿Qué dirán de mí aquí en la tierra cuando me haya ido? Me estremezco al pensar, pero espero que digan que serví a mi familia, que viví para contar su asombrosa gracia y amor, y oro con todo mi corazón para que mis hijos vean a Jesús en mi vida y entreguen sus corazones a Dios, al menos en parte por mi ejemplo. Pero, por favor, no pase por alto mis fallas como humano cuando muera. Porque en nuestra debilidad, pecado e incluso en nuestros errores, entendemos plenamente la realidad de nuestra necesidad de un salvador.
No dejes que nadie te diga que tus errores te definen porque sin ellos nunca podríamos ser grandes. Jesús les dijo a sus discípulos que si alguien desea ser grande, debe estar dispuesto a rebajarse (servir a los demás). Oro para que todos aprendamos a humillarnos ante el Señor, oro para que todos caigamos de rodillas y le pidamos a Dios un corazón de siervo.